Los primeros indicios de vida humana en el término municipal de Jijona se remontan a la edad del bronce (2000-1300 aC). La época ibérica marca la culminación de la ocupación  del territorio en la edad antigua, de la cual hemos de resaltar los grandes poblados de Santa Bárbara y de la Solaneta de Nutxes, posiblemente pertenecientes al período comprendido entre el s. IV aC y el cambio de era. Pero, si de esta época poseemos un gran número de restos materiales, de la dominación romana sólo se conserva un fragmento de una inscripción funeraria del s. I dC.

La época paleoandalusí se caracteriza por la existencia de un poblamiento rural disperso, asentado en altura y en las proximidades de una importante vía de comunicación entre los acuíferos de Alecua y Nutxes, del que sólo se han encontrado sus enterramientos, en los yacimientos de l’Altet, Mas dels Constantins y Cotelles.

El actual emplazamiento de la ciudad se remonta a la época almohade, entre finales del S. XII, y comienzos del S. XIII, siendo el núcleo originario el castillo. La primera mención documental de Jijona aparece en el Tratado de Almizra, el 26 de marzo de 1244, entre Alfonso X el Sabio y Jaime I. En dicho Tratado, que regulaba la frontera entre Castilla y Aragón, Jijona, conquistada por Jaime I posiblemente en el 1245, figura como límite meridional hasta que, el 1296, el rey Jaime II conquistó la zona sur de la provincia de Alicante.

El 28 de abril de 1268 se le concedió el título de villa real y pasó a tener representantes en las Cortes del Reino de Valencia. En 1337 participó en las Cortes de Valencia convocadas por Pedro II, rey que se preocupó especialmente de fortificar su castillo en 1338, previendo una invasión musulmana que no se produjo.

En la guerra entre los dos Pedros, cayó en 1364 en manos de Pedro I el Cruel, rey de Castilla, para ser de nuevo reconquistada por Pedro IV, el Ceremoniós, quien contó con la ayuda de gentes naturales de Penáguila, Alcoy y Cocentaina, pasando de nuevo a formar parte de la Corona de Aragón.

Durante el S. XV, Jijona amplió su jurisdicción a sus señores feudales de los lugares de Ibi y Torremanzanas. Ibi permaneció bajo la jurisdicción de Jijona desde 1420 hasta 1629, mientras que Torremanzanas lo hizo desde 1472 a 1794.
En 1520, durante la revuelta social de las Germanías, apoyó al bando popular agermanats, en contraposición al bando nobiliario, por lo que un buen grupo de jijonencos fue ajusticiado.

En la Guerra de Sucesión apoyó la causa de Felipe V. Debido a esto, la villa y el castillo fueron atacados por las tropas del Archiduque Carlos de Austria, que obligaron a rendirse a los sitiados en octubre de 1706. Finalmente, la acción de un grupo de jijonencos la reconquistó y volvió a manos felipistas. Por este hecho, Felipe V otorgó a Jijona, a lo largo de 1708, una serie de privilegios, entre los que destacan: la concesión de la merced de añadir a sus Armas una “Flor de Lis” y el título de Ciudad. A partir de 1708 fue capital del Corregimiento del mismo nombre, el cual comprendía: la ciudad de Jijona y las villas de Castalla, Biar, Tibi, Ibi, Onil y Elche y los lugares de Torremanzanas, Salinas y Benejama. El Corregimiento de Jijona fue suprimido definitivamente en 1833, con la división provincial.

Entre los principales hijos de la ciudad destacan: Constanza Miquel, quien según la tradición fue madre de San Vicente Ferrer (S. XV); el venerable Fray Melchor Aracil (1552-1601), insigne musicólogo; el padre Fray José Galiana (S. XVII) quien fue guardián del Convento de Belén, Presidente in capitate del Santo Sepulcro y fundador en 1672 de un Convento en Constantinopla; capitanes insignes de los Tercios de Flandes, como los hermanos Servent; un gran historiador y religioso, Fray Serafín Tomás Miquel; Antonio Galiana (1762-1826), quien fue catedrático de Matemáticas, Mecánica y Física en la Universidad de Valencia; el gran político D. José Victoriano Mora Picó (1829-1874); el poeta Ángel Miquel Alcaraz (1919-1995), el artista José E. López Mira (1922-1986) y el historiador Fernando Galiana Carbonell (1921-1993).

 

Bernardo Garrigós
Cronista oficial de la ciudad